No importó la situación del país, la Conmebol obligó a que la pelota se manchara.
En una tarde-noche llena de granadas aturdidoras, gases lacrimógenos, marchas, pancartas y camisetas de diferentes equipos, Colombia se preparaba para recibir la cuarta jornada de la Copa Libertadores, ciudades como Barranquilla y Pereira hacían sonar sus canticos acompañados de trompetas y redoblantes, pero en esta oportunidad no estaban preparando un clásico o el recibimiento de su equipo, estaban alzando su voz de protesta por la situación que vive el territorio nacional.
Comencemos hablando de lo que paso en Barranquilla, ciudad que recibía el juego entre Junior y River Plate (Argentina), donde todos los entes de control garantizaba la seguridad de ambas delegaciones dentro y fuera del Romelio Martínez, pero a pesar de garantizar la seguridad y demás, River , Junior y toda Sudamérica, fueron testigos de los desmanes que se presentaban alrededor del escenario deportivo, los gases lacrimógenos llegaron hasta el gramado del ‘Romelio’ afectando la previa, la duración del encuentro futbolero, mientras que las granadas aturdidoras se tomaron el protagonismo en el minuto de silencio.
Ahora miremos la situación que se vivió en la ciudad de Pereira, donde tuvieron los ojos puesto por parte de toda la prensa Uruguaya, teniendo en cuenta que el equipo Nacional (Uruguay) le manifestó a la Conmebol que no se iba a presentar al Estadio Hernán Ramírez Villegas para cumplir con el compromiso frente al Atlético Nacional , todo esto debido a un grupo de manifestantes en el hotel de concentración del equipo uruguayo. La respuesta del máximo ente del fútbol sudamericano fue negativa y confirmando que si no se presentaban perdían el partido por un marcador 3-0.
Luego de muchas especulaciones y reuniones, la delegación de Nacional (Uruguay) pudo hacer el desplazamiento del hotel al estadio, mientras que su rival Atlético Nacional se encontraba allí 3 horas de anticipación, teniendo que esperar una hora más, ya que, empezó a rodar la pelota a las 10:00 pm.
Finalizaban los encuentros y las calles de estas dos ciudades seguían con su voz de protesta, con carteles manifestando que la pelota no debía rodar, pero caso omiso hicieron los gobernantes de estas ciudades, la pelota rodo, los compromisos se desarrollaron y en las calles la gente estaba peleando por su pueblo.
¡LA PELOTA SE MANCHÓ!
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